Trucks

El giro correcto

El tortuoso puerto de montaña Tizi n’Tichka, en la cordillera del Atlas en Marruecos, puede despertar una mezcla de emociones en cualquier conductor. Pero para el conductor de camiones Omar Ait Mbarek, la carretera es su hogar y su lugar de trabajo.
Carretera nacional 9
La carretera nacional 9 llega casi a los 2.300 metros por encima del nivel del mar, lo que convierte a este puerto de montaña en el más alto del norte de África.

“Podría recorrer este camino incluso marcha atrás”, comenta bromeando este conductor de 61 años. Este recorrido de 50 kilómetros en la carretera nacional 9, que llega casi a los 2.300 metros por encima del nivel del mar, con lo que se convierte en el puerto de montaña más alto del norte de África, ofrece un sobrecogedor paisaje de montañas coronadas con nieve y colinas verdes salpicadas de pintorescos pueblos. Un ejemplo del auténtico estilo de vida marroquí que es difícil de encontrar en las ciudades y que atrae a los visitantes extranjeros. Tizi n’Tichka, que significa el «Puerto de los Pastos» en lengua tamazight, es un punto estratégico para la economía de Marruecos: conecta Marrakech con Uarzazat, dos ciudades que reciben a millones de turistas todos los años y que además constituyen localizaciones de rodaje muy utilizadas por directores de cine de Hollywood y Bollywood. 

Pero sus serpenteantes curvas cerradas a lo largo de precipicios peligrosos, con deficientes protecciones en un lado y en otro, el riesgo omnipresente del desprendimiento de rocas, combinado con derrumbes en la carretera y un comportamiento de conducción en muchas ocasiones imprudente, hacen que conducir por esta carretera sea una cuestión de vida o muerte. Por ello, Omar Ait Mbarek tiene derecho a presumir, aunque sea un poco: lleva conduciendo por esta carretera casi un tercio de los 44 años que ha trabajado en el sector del transporte y sin sufrir un solo accidente. ¿Cómo lo ha logrado?

 

“Nunca pongo la radio cuando conduzco el camión por esta carretera, sino que mantengo los oídos centrados en el motor, para saber qué está sucediendo en el camión y en la carretera. Y hay que tomárselo con calma: no soy de esos conductores que se apresuran a conducir nada más levantarse. Me tomo mi tiempo, duermo cuando tengo que dormir, aunque eso implique llegar dos horas tarde”, comenta mientras se sirve un vaso de té con menta durante una pausa en la carretera.

Tras una contundente comida que consiste en un tayín de verduras y carne roja estofada, Omar Ait Mbarek comprueba la cisterna de su Volvo FH, que transporta combustible desde Marrakech al puesto desértico de Zagora, al sur de Uarzazat. 

Desde 1997, Omar Ait Mbarek trabaja para la empresa Societe Transport Marouane et Freres Ltd (STMF), una empresa marroquí especializada en el transporte de productos inflamables. Es el conductor de camiones de más edad en la empresa. “¡Debería haberme jubilado el año pasado pero no me dejan que me marche! Insistieron en que me quedara. Me he convertido en su conductor de más confianza y además formo a los empleados nuevos”, afirma.

Omar Ait Mbarek comenzó a conducir camiones en 1983, pero antes de eso pasó 11 años trabajando como asistente de los conductores de camiones, lo que le ayudó a conocer el oficio. El primer camión de gran tonelaje que condujo fue un Volvo F88.

“Por entonces era el mejor, pero los frenos se sobrecalentaban en las carreteras con pendientes pronunciadas. Ahora, este nuevo Volvo FH puede transportar hasta 27 toneladas y avanza a la misma velocidad, tanto en pendientes ascendentes como descendentes. Los camiones actuales además son más cómodos, ya que disponen de una cabina estupenda, mientras que antes teníamos que dormir bajo el volante”, explica.

La cabina proporciona el refugio tan necesario en esta zona, sobre todo en invierno, cuando las intensas nevadas pueden detener el tráfico, a veces durante varios días. Al pasar por el pueblo de Toufliht, Omar Ait Mbarek recuerda cómo en 1998 el tráfico se detuvo durante toda una semana por la nieve.

Nunca pongo la radio cuando conduzco el camión por esta carretera, sino que mantengo los oídos centrados en el motor, para saber qué está sucediendo en el camión.

“No teníamos ni comida ni mantas. Nadie acudió a ayudarnos. Nuestro único recurso fue este bar, que tenía una chimenea. El dueño hizo el agosto con los conductores, vendiéndonos pan a un precio cinco veces superior al normal”, cuenta con una sonrisa.

A medida que se acerca a la parte más peligrosa del puerto de montaña, a Omar Ait Mbarek le cambia el humor, mientras señala una antena de comunicaciones móviles en la cima de un acantilado y comienza a describir el momento más horrible que ha experimentado en toda su vida. A principios de septiembre de 2012, el conductor de un autobús perdió el control del vehículo en mitad de la noche, por lo que se precipitó a una altura de 150 metros. 42 personas fallecieron y otras 25 resultaron heridas.

 

“Pasé por el lugar del accidente por la mañana. El autobús estaba hecho pedazos. No dejo de recordar ese accidente y rezo para no tener que ver algo así de nuevo”.

La policía afirmó que el accidente se produjo porque el autobús transportaba a más personas de las permitidas por su diseño. Fue el accidente de tráfico que más vidas se ha cobrado en Marruecos, un país donde alrededor de 4.000 personas fallecen al año en accidentes de carretera. El Estado ha realizado grandes inversiones para desarrollar las infraestructuras de carreteras e imponer normativas de tráfico, pero los críticos señalan que ese esfuerzo de desarrollo no ha llegado a zonas remotas como Tizi n’Tichka.

Aquí nadie desearía tener un accidente: si logras sobrevivir a la caída, las ambulancias tardan demasiado tiempo en llegar y no hay hospitales en más de cien kilómetros.

“Aquí nadie desearía tener un accidente: si logras sobrevivir a la caída, las ambulancias tardan demasiado tiempo en llegar y no hay hospitales en más de cien kilómetros”, afirma Omar Ait Mbarek y añade: “Para mí, lo más importante en la vida es mi seguridad y la de las personas que tengo delante, así como mis hijos, rezar a las horas debidas, estar limpio y evitar dañar a las personas. Nunca he matado a nadie ni he causado discapacidades; tengo una buena vida y duermo con la conciencia tranquila”.

Omar Ait Mbarek, que nació en un pueblo recóndito en la cordillera del Atlas, no tuvo muchas más opciones que convertir un encuentro fortuito en su adolescencia en una carrera profesional que, desde entonces, se ha convertido en su pasión. Tenía 16 años cuando un camión que conducía por su pueblo perdió la carga de cañas que transportaba. Se apresuró a ayudar al conductor y este quedó tan impresionado por su acción que inmediatamente le ofreció un trabajo como ayudante, por 15 dírhams al mes.

“El camión era el único trabajo, no solo para mí, sino para muchas personas de la zona en la que vivía. Lo único que daba vida a los pueblos eran los camiones y los autobuses”, comenta y añade:

“Conducir me produce una emoción indescriptible. Estar en la carretera es como una droga. Me encanta encontrarme con otros compañeros e intercambiar información. Para mí es una evasión recorrer estas carreteras de montaña, con la certeza de que durante todos estos años he conseguido mantenerme seguro y no he causado daños a nadie”.

Societe Transport Marouane et Freres Ltd

Propietario: Mohamed Asli, director general.
Número de empleados: 365
Año de fundación de la empresa: 1996
Principales clientes: Shell, Total Morocco.
Número total de vehículos: 283
Número de camiones Volvo en la flota: 236
Carga principal: productos derivados del petróleo