La industria del transporte se está dando cuenta lentamente del potencial del BIO GNL como una alternativa prometedora al diésel. Pero ¿hasta qué punto es sostenible el BIO GNL y será viable en el futuro?
Al ser un combustible elaborado a partir de residuos orgánicos con prácticamente cero emisiones de CO2, es fácil comprender por qué el BIO GNL (también conocido como biogás licuado) parece tan prometedor. Y este aspecto no es lo único que supone un impacto positivo en el medio ambiente.
El proceso para producir biogás es bastante sencillo. En una instalación de biogás, diversas fuentes de materia prima se colocan en un ambiente cálido y sin oxígeno y son digeridas por bacterias. A través de este proceso de fermentación, las moléculas complejas de materia orgánica se descomponen en moléculas más simples, como alcohol, CO2 o gas renovable de metano, que se pueden utilizar para generar calor y energía.
Dado que se fabrica a partir de materias primas como partes no comestibles de cereales, aguas residuales y desechos domésticos, el BIO GNL contribuye a una economía circular al reutilizar recursos que de otro modo se desperdiciarían. Esto también significa que el BIO GNL no compite con el suministro de alimentos, algo por lo que los biocombustibles han sido ampliamente criticados.
En consecuencia, lo que antes los agricultores, los supermercados y los municipios consideraban un “residuo”, ahora lo ven como un recurso, lo que aumenta el suministro de material necesario para producir biogás. Por ejemplo, el fabricante de productos lácteos Arla utiliza actualmente estiércol recogido de sus granjas para producir biogás, que luego se utiliza para su creciente flota de camiones que funcionan con gas. El digestato restante se reutiliza en las granjas como fertilizante, con lo que se crea así un sistema de circuito cerrado.
Al hacer la transición del diésel al BIO GNL, los transportistas pueden reducir sus emisiones de CO2 a prácticamente cero. Sin embargo, dependiendo de cómo se produzca el bio-GNL, se podrían incluso lograr reducciones más allá de cero neto, es decir, emisiones negativas.
Si el BIO GNL se produce a partir de estiércol, por ejemplo, la transición desde el diésel puede generar emisiones netas negativas de CO2 de hasta un 200 %. Esto se debe a que no solo evita la liberación de carbono procedente de la quema de combustibles fósiles, sino que también dificulta la liberación de metano a la atmósfera que normalmente provendría del almacenamiento y el procesamiento del estiércol.
Efectivamente, en este supuesto, las emisiones netas de un camión que funciona con gas podrían contrarrestar las emisiones de dos camiones diésel.
A pesar de sus credenciales ecológicas, al BIO GNL le ha costado ganarse el apoyo de la industria de los camiones, en parte debido a altos costes de producción. Si bien el biogás se fabrica a partir de desechos y es relativamente fácil de producir, el costo de producirlo aún es más alto que el costo de producir diésel.
Esto se debe en gran medida a cuestiones como las economías de escala y los costos de distribución. La producción de biogás tradicionalmente la han gestionado los municipios en el nivel local. Ha carecido de la escala y los incentivos para ser verdaderamente eficiente, ya que el propósito principal la mayor parte del tiempo ha sido el tratamiento de residuos.
Sin embargo, esto está cambiando rápidamente. Gracias a una combinación de incentivos gubernamentales e inversión privada, la producción mundial está aumentando. La UE pretende aumentar la producción de biometano a 35 mil millones de metros cúbicos (bcm) para 2030 como parte de su plan REPowerEU.
Varias empresas privadas también están ampliando su producción de BIO GNL, como St1 Biokraft, que actualmente opera 12 plantas en Suecia y Noruega y tiene más en construcción. Titan está construyendo actualmente la planta de BIO GNL más grande del mundo en el puerto de Ámsterdam, cuya producción se espera que comience en 2025. En total, para 2027, habrá 105 plantas de BIO GNL operativas en Europa, con una capacidad de producción combinada de 13,1 TWh al año.
Si bien los vehículos eléctricos pueden haberle robado el protagonismo al biogás en los últimos años, el BIO GNL podría ser una alternativa más viable para el transporte de largo recorrido. No solo se pueden transportar grandes cantidades de BIO GNL y garantizar la autonomía operativa necesaria para tareas de largo recorrido, sino que también se puede llenar un depósito en solo un par de minutos. Por el contrario, electrificar los viajes de larga distancia ha sido un desafío debido a la autonomía actual de las baterías, su peso y el tiempo relativamente largo que lleva cargarlas.
La transición al uso del gas también exige pocas renuncias en términos de transmisión y fiabilidad. Los vehículos que funcionan con gas de Volvo Trucks, por ejemplo, se conducen y funcionan igual que las versiones diésel en términos de autonomía, carga útil y potencia.
En algunas partes del mundo, siguen suponiendo desafíos la insuficiente infraestructura de repostaje y la producción limitada de biogás. Sin embargo, en otras partes los costos están bajando y la infraestructura de reabastecimiento está creciendo.
En mi opinión, es solo cuestión de tiempo, ya que el BIO GNL tiene todos los requisitos adecuados para convertirse en una alternativa importante al diésel.
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